Me cuenta mi migo Horacio Muros, fuente inagotable de sugerencias didácticas, que en la provincia de San Juan (Argentina) hay una escuela que tiene por nombre “El Arca de Noé”. Me ha parecido una magnífica denominación para representar el papel de una institución que navega en medio de un diluvio de mensajes neoliberales y en un mar proceloso y convulso en el que fácilmente podría naufragar la humanidad.
El nombre de las escuelas tiene que ver habitualmente con algún personaje célebre o con algún acontecimiento relevante de la historia de un pueblo. Pero, pocas veces, reflejan el imaginario social y la construcción de representaciones simbólicas. Pocas veces hacen referencia al papel que la institución desempeña en la sociedad, a su significado para la vida de los docentes, de los escolares y de los ciudadanos en general.
“El Arca de Noé”: qué nombre más hermoso para una escuela. Esa humilde escuela (todas las escuelas son humildes) recibe a los alumnos y alumnas de contextos desfavorecidos y en ella se refugian de la ignorancia y de la inmadurez hasta que pasen los cuarenta días del diluvio.
Se trata de un diluvio de concepciones, de actitudes y de comportamientos que amenazan la permanencia del Arca sobre las aguas agitadas. Individualismo exacerbado, competitividad extrema, relativismo moral, eficientismo, olvido de los desfavorecidos, privatización de bienes y servicios, hipertrofia de la imagen, imperio de las leyes del mercado, capitalismo salvaje, reificación del conocimiento…
Sólo se salvarán quienes estén dentro del Arca. Protegidos del avance las aguas. Aunque el Arca sea frágil (o precisamente porque es frágil) podrá mantenerse a flote. Hay niños y niñas que sólo en la escuela podrán refugiarse de la ignorancia y de la abalancha de contravalores de una sociedad que se asemeja a una selva en la que sólo puede sobrevivir el más fuerte. Hay niños y niñas cuyos entornos familiares y sociales están tan depauperados que poco pueden hacer las familias para sacarles de la ignorancia y de la miseria. Para ellos la escuela es un salvífico “Arca de Noé”.
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Fuente http://blogs.laopiniondemalaga.es/eladarve/
Miguel Santos Guerra
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